21 abril 2010

Sobre la cúspide de uno de los momentos más peligrosos de la humanidad



CHRIS HEDGES



Traducido por Miguel Webb



Aleksandr Herzen, al hablarle a un grupo de anarquistas sobre como derrocar al Zar recordó a sus oyentes que no era su función salvar al sistema moribundo, sino reemplazarlo. "Pensamos que somos los médicos. Somos la enfermedad" Toda la resistencia debe reconocer que el cuerpo político del capitalismo global está muerto. Debemos dejar de gastar energía en intentar reformarlo o que nos incorporen como terapia paliativa. Esto no quiere significar el final de la resistencia, sí formas muy diferentes de la misma. Implica volcar nuestras fuerzas hacia la construcción de comunidades sustentables que sobrevivan la crisis que se avecina puesto que no podremos resistir y sobrevivir sin un esfuerzo cooperativo.

Estas comunidades, si involucionan a una modalidad de mera supervivencia, sin unirse a los círculos concéntricos de la comunidad ampliada, el estado y el planeta, serán moral y espiritualmente tan quebradas como las fuerza corporativas que enfrentamos. Toda infraestructura que construyamos, como los monasterios de medioevo deberán aspirar mantener vivas las tradiciones intelectuales y artísticas que hacen posible la sociedad civil, el humanismo y el bien común. Será fundamental el acceso a parcelas de tierra cultivable. Deberemos comprender, como lo hicieron los monjes medievales, que no podremos alterar la cultura mayoritaria a nuestro alrededor, al menos en el corto plazo, pero tal vez podamos retener los códigos morales para las generaciones venideras. La resistencia se reducirá a pequeñas, a veces imperceptibles acciones de desafío, como aquellos que retuvieron su integridad descubrieron en la larga noche del fascismo y comunismo del siglo XX.

Estamos parados en la cúspide de uno de los períodos mas tenebrosos de la historia humana en el ocaso de las luces brillantes de la civilización y descenderemos durante décadas, si no siglos, a la barbarie. La élites nos han convencido que ya no tenemos la capacidad para comprender las verdades reveladas que se nos han presentado ni podemos luchar contra el caos causado por la catástrofe económica y ambiental. Mientras que las masas asustadas y sorprendidas alimentadas con imágenes que les permite alucinar permanentemente se mantengan en este estado de barbarismo podrán ciegamente rebelarse periódicamente contra la represión estatal, pobreza rampante y hambruna. Pero carecerán de la habilidad y confianza en sí mismos para retar ni en forma mínima las estructuras de control. La fantasía de revueltas populares diseminadas y movimientos de masa que rompan la hegemonía de el estado corporativo, es solo eso- una fantasía.

Mi análisis se acerca al de muchos anarquistas. Pero existe una diferencia crucial. Los anarquistas no comprenden la naturaleza de la violencia. Entienden el grado de podredumbre de nuestras instituciones culturales y

políticas, Saben que deben cortar los tentáculos del consumismo, pero ingenuamente piensan que puede ser contrarrestado con formas físicas de resistencia y actos de violencia. Existen debates dentro del movimiento anarquista- tales como los de destrucción de la propiedad- pero una vez que uno comienza a usar explosivos plásticos, muere gente inocente. Cuando la violencia anárquica comienza a desordenar los mecanismos de gobierno, la elite de poder usará estos actos, por mas nimios que sean, como una excusa para utilizar fuerzas desproporcionadas contra los agitadores, reales y sospechados, solo alimentando la furia de los desposeídos.

Más: https://docs.google.com/Doc?id=dhjxchg_15cxrb9vg6&btr=EmailImport

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